miércoles, 24 de octubre de 2012

"La Divina Comedia" (estructura formal)

Infierno en "La Divina Comedia"

Esta experiencia removedora es el punto de partida. Parte pues, de su propia experiencia personal y concibe a su obra como un viaje, o descenso simbólico a una región tenebrosa y aborrecible y el ascenso consiguiente que aparece en todas las religiones de misterios. Juddhasthir, el héroe ario del “Mahabharata”, pasó un día en el mundo subterráneo antes de ser admitido en el cielo. Ulises, en “La Odisea” de Homero, siguiendo las instrucciones de la bella maga Circe, atravesó sano y salvo el Hades para conversar con el ciego adivino Tiersias. Eneas hizo su descenso y su ileso retorno con la ayuda de la sibila de Cumas (en “La Eneida” de Virgilio). Orfeo, cuenta la mitología, realizó el aterrador viaje para recobrar a su amada Eurídice.


¿Qué es lo que se lleva a cabo con este descenso?. El objeto de estos misterios, incluido el misterio de Cristo, es conducir al hombre a la perfección, confiriéndole un conocimiento y una comprensión perfectos. Los que volvían con éxito de esa espantosa excursión eran llamados los perfectos.
¿Cómo logra Dante el éxito de su viaje? No lo logra solo: lo ayudarán varios intermediarios. Primero Virgilio será su guía en el Infierno y Purgatorio. Luego lo será Beatriz, su amada musa inspiradora, inducida por Santa Lucía y ésta, a su vez, por la Virgen María. Todos ellos son como poleas que tiran de Dante hacia arriba y le permiten el objetivo último: la contemplación gozosa de lo divino, visión que será elaborada por Dante con poderosas imágenes lumínicas. Él no podrá ver a Dios sino deslumbrarse con la intensa luz que lo rodea y que hace al peregrino perder el sentido.
Uno de los aspectos originales de la Comedia radica en el hecho de que una simple mujer, Beatriz, sin ascendencia divina o semidivina, pueda ser objeto de un conocimiento religioso, recurso que utiliza Dante por su temprana adhesión a la escuela del amor que rendía culto al corazón gentil.


La obra consta de 14333 versos distribuidos en tres partes denominadas cánticas y que responden, cada una de ellas, a los tres reinos en que la tradición cristiana considera está estructurado el más allá: Infierno, Purgatorio y Paraíso.
Cada cántica, a su vez, está dividida en treinta y tres cantos, excepto la primera que tiene treinta y cuatro, aunque la simetría no se resiente por ello, ya que el primer canto es considerado como una introducción general a la obra. Esta estructura nos da un total de cien cantos.
La extensión de cada parte respeta un plan muy estricto: los cantos oscilan entre los ciento quince y los ciento cincuenta y cuatro versos. De igual manera hay un equilibrio en la cantidad de versos dentro de cada cántica.
Toda esta estructura se basa en la utilización cabalística de varias cifras: el tres es un número perfecto, el número de la Santísima Trinidad y de allí la reiteración de la cifra en toda su estructura; el nueve es un número místico y sagrado, resulta de la multiplicación de tres por sí mismo; el treinta y tres también posee significado cabalístico en la medida que reitera el tre y es la edad con que muere Cristo; el uno, la unidad, representa la divinidad y, combinándose con los productos del tres da otra serie de números que representan otra significación, como el diez (3x3+1) y el cien (33x3+1).

Observemos ahora la versificación. La estrofa es el terceto (3 versos) y el verso es el endecasílabo (11 sílabas). La rima es encadenada: el primer y el tercer verso riman entre sí y el segundo con el primero y el tercero del terceto siguiente. El esquema es el siguiente: A-B-A / B-C-B / C-D-C. Cada canto termina con un cuarteto para no dejar un verso incompleto.
Esta forma externa tan elaborada corresponde a una especial manera de pensamiento, el medieval, acostumbrado a desarrollarse en moldes estrictos y significativos de por sí.

El tiempo de Dante es el tiempo del predominio del tomismo en filosofía y teología. Su principal representante, Tomás de Aquino, fue el gran ordenador y categorizador del pensamiento religioso de la Baja Edad Media.
En la Epístola al Can Grande de la Scala de Verona Dante hace referencia a una serie de aspectos de su obra, entre ellos el Género. Al llamarla Comedia nos induce a pensar que podría tratarse de una obra dramática, ya que la comedia es una de las formas del drama. Pero se trata, por lo dicho anteriormente de una narración en verso.
Él explica esta aparente contradicción de la siguiente manera: se trata de un texto que comienza con un tema o situación áspera para luego terminar felizmente y la distingue de la tragedia que, según dice, empieza con cosas desapacibles y termina de modo horroroso. Esto que dice el poeta es una falseada reminiscencia de las definiciones de Aristóteles. Pero hay algo de verdad ya que la Comedia comienza con cosas desapacibles, con un protagonista perdido en la selva del pecado y culmina felizmente con el objetivo buscado logrado por el mismo: contemplar a Dios. Luego Dante dice que el lenguaje de su texto es humilde y al decir esto cree contemplar otra característica de la forma comedia. La comedia, a diferencia de la tragedia (según Aristóteles) utiliza el lenguaje vulgar y no el poético. La humildad o vulgaridad del lenguaje estaría en el hecho de que Dante utiliza para su redacción el dialecto toscano hablado en Florencia. No era costumbre de su tiempo, componer un poema a lo divino y no hacerlo en latín, la lengua de la Iglesia y de toda la literatura de tema religioso. Pero Dante, haciendo uso de su libertad creadora, adopta el camino de los juglares populares y de los poetas del amor. Usará la lengua romance y conseguirá, de este modo, elevarla a la categoría de lengua poética. Dante usará la lengua toscana pero su estilo no es, en modo alguno, humilde sino altamente retórico.

En realidad, para Dante, su Comedia era lo que hoy llamaríamos una epopeya, un poema narrativo extenso de tema heroico. Pero el héroe de la Comedia, el mismo Dante Alighieri, no libra una batalla material con la ayuda de las armas sino una batalla en el campo del espíritu. El poema no plantea el conflicto del héroe con el hado o destino. No hay aquí una divinidad que detrmine caprichosamente el destino del hombre. Dante tenía detrás suyo muchos siglos de pensamiento cristiano y, en consecuencia, ya había aparecido en la historia de la mente humana el concepto de libre albedrío. El hombre es responsable de sus pecados. Si elige pecar debe pagar por ello.

Otra de las originalidades de este texto es la de que el protagonista de esta aventura heroica es el propio Dante y no un personaje de ficción. El autor se convierte a sí mismo en personaje literario utilizando la primera persona para narrar. Dante se desdobla en autor, narrador y protagonista. Esto logra producir un efecto especial en el lector. La Comedia es un poema a lo sagrado porque Dios es una presencia que todo lo penetra, pero al leerlo, la atención entera del lector está fija en el protagonista, figura a la que todas las demás están subordinadas.

Ese protagonista aparece como un simple hombre que, todavía en la carne, es decir vivo, tiene el privilegio de atravesar los tres reinos de ultratumbe hasta llegar al reino bienaventurado del Paraíso cristiano. Dante conocía de primera mano la historia de su propia alma, a él solo le atañía. Cuando se sentó a escribir la historia del alma humana se convirtió en su propio personaje. Hizo lo mismo con los otros personajes. Beatriz, la florentina a la que siempre amó poéticamente, es nombrada lisa y llanamente. Lo mismo ocurre con otra cantidad de personajes, que fueron sus contemporáneos. Quizás no se hubiera permitido tanta franqueza si no hubiera escrito en el exilio. Como desterrado no tenía seguidores a quienes proteger, ni escuela a la que halagar, nadie a quien consultar, ningún sentimiento ajeno que considerar. Supremo ejercicio de libertad creadora. Este humanismo dantesco anuncia ya el Renacimiento.

"La Divina Comedia" (contextualización)

INFORMACIÓN GENERAL SOBRE LITERATURA DE LA EDAD MEDIA , DANTE ALIGHIERI Y “LA DIVINA COMEDIA”.

Unidad y diversidad de la Edad Media.

Durante siglos la Edad Media fue considerada como una época bárbara y brutal en que la inteligencia y la sensibilidad estuvieron amortiguadas por la ignorancia, la superstición y el oscurantismo. El adjetivo media es desdeñoso, porque implica que esta edad fue considerada como intermedia entre dos periodos de cultura auténtica: el antiguo, de la cultura greco-latina, y el moderno, del Renacimiento.

Recién el Romanticismo a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX demostró que la Edad Media debe ser apreciada como uno de los periodos más importantes y fecundos de la historia de la civilización occidental.

Se ha tendido a ver a la Edad Media como una época unitaria y homogénea sin atender a la enorme diversidad de las ideas, sentimientos y estilos que caracterizan, tanto en el campo de la religión, la filosofía y la política, como el de la literatura y el arte, a este periodo. Pero tampoco hay que caer en ver sólo la diversidad medieval, olvidando la tendencia hacia la unidad religiosa, social, filosófica y estética. Más que unitaria y uniforme, la cultura de la Edad Media fue universal.

Se ha hablado de una triple unidad medieval, a saber: religiosa, político-social y cultural. Conozcamos un poco de ellas:

Unidad religiosa dada por el Cristianismo como religión, el cual, si bien a lo largo de diez siglos se expandió y afianzó en Europa, tuvo que luchar contra numerosos movimientos heréticos. La Edad Media comienza con la caída del Imperio Romano de Occidente frente al empuje de las invasiones bárbaras en el siglo V d. C. En ese momento el Cristianismo tenía cinco siglos de existencia, sin embargo es recién a partir de este momento que cobra, como religión, su verdadera dimensión universal y se transforma en lo que conocemos como la cristiandad.

El hombre cristiano es un ser conflictual por excelencia; el primero que vive la existencia humana como un conflicto trágico y radical entre la vida y la muerte, entre lo natural y lo sobrenatural, entre la eternidad y el tiempo, entre el alma y el cuerpo, entre la culpa y la inocencia, entre el abismo del ser y el abismo de la Nada.

El Cristianismo hace que la creatura humana sea determinada existencialmente por una suprema trascendencia, y a la vez, por una máxima inmanencia: la verdad y la verdadera existencia están infinitamente más allá del hombre y del mundo y, sin embargo, ese más allá coincide, de alguna manera, con lo que el hombre tiene de más propio de sí e intransferible, y sólo puede ser descubierto y alcanzado dejándose hundir en la más secreta intimidad del alma personal. El alma y todo lo que existe tienen un más allá donde todo se cumple plenamente. El hombre y el mundo no están plenamente realizados en sí, sino más allá de sí. Para el cristiano, Dios se ha hecho temporal e histórico en la persona del Hijo: Jesucristo (éste es el misterio de la Encarnación). Si el nacimiento de Cristo (figura histórica) significa la temporalización de la eternidad (Dios a través de su hijo se hace temporal e histórico), también significa la eternización del tiempo. La idea de Redención (Salvación) coloca a Jesús en la situación paradójica de hacerlo contemporáneo de su tiempo.Esta idea, trasladada a la humanidad, da como resultado el hecho de que el hombre puede hacerse eterno, surgiendo la idea de la Salvación. El hombre bueno, virtuoso, se salva, y logra así la vida eterna; también el pecador es condenado al sufrimiento eterno.

¡Muy interesante!

¡Para compartir!

"LA DIVINA COMEDIA" (cantos a trabajar)

             CANTO PRIMERO:

            A mitad del camino de la vida,                                      1[L1] 
            en una selva oscura me encontraba                                            2[L2] 
            porque mi ruta había extraviado.                                               3

¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento!                         6

Es tan amarga casi cual la muerte;
mas por tratar del bien que allí encontré,
de otras cosas diré que me ocurrieron.                          9

Yo no sé repetir cómo entré en ella
pues tan dormido me hallaba en el punto
que abandoné la senda verdadera.                                            12

Mas cuando hube llegado al pie de un monte,                13[L3] 
allí donde aquel valle terminaba
que el corazón habíame aterrado,                                              15

hacia lo alto miré, y vi que su cima
ya vestían los rayos del planeta
que lleva recto por cualquier camino.                                         18[L4] 

Entonces se calmó aquel miedo un poco,
que en el lago del alma había entrado
la noche que pasé con tanta angustia.                                        21

Y como quien con aliento anhelante,
ya salido del piélago a la orilla,
se vuelve y mira al agua peligrosa,                                             24

tal mi ánimo, huyendo todavía,
se volvió por mirar de nuevo el sitio
que a los que viven traspasar no deja.                                       27

Repuesto un poco el cuerpo fatigado,
seguí el camino por la yerma loma,
siempre afirmando el pie de más abajo.                         30

Y vi, casi al principio de la cuesta,
una onza ligera y muy veloz,                                                      32[L5] 
que de una piel con pintas se cubría;                                          33

y de delante no se me apartaba,
mas de tal modo me cortaba el paso,
que muchas veces quise dar la vuelta.                            36

Entonces comenzaba un nuevo día,
y el sol se alzaba al par que las estrellas
que junto a él el gran amor divino                                              39

sus bellezas movió por vez primera;                                           40[L6] 
así es que no auguraba nada malo
de aquella fiera de la piel manchada                                           42

la hora del día y la dulce estación;
mas no tal que terror no produjese
la imagen de un león que luego vi.                                              45[L7] 

Me pareció que contra mí venía,
con la cabeza erguida y hambre fiera,
y hasta temerle parecia el aire.                                       48

Y una loba que todo el apetito                                      49[L8] 
parecía cargar en su flaqueza,
que ha hecho vivir a muchos en desgracia.                                 51

Tantos pesares ésta me produjo,
con el pavor que verla me causaba
que perdí la esperanza de la cumbre.                                         54

Y como aquel que alegre se hace rico
y llega luego un tiempo en que se arruina,
y en todo pensamiento sufre y llora:                                           57

tal la bestia me hacía sin dar tregua,
pues, viniendo hacia mí muy lentamente,
me empujaba hacia allí donde el sol calla.                                  60       
Mientras que yo bajaba por la cuesta,
se me mostró delante de los ojos
alguien que, en su silencio, creí mudo.                            63

Cuando vi a aquel en ese gran desierto
«Apiádate de mi ‑yo le grité‑,
seas quien seas, sombra a hombre vivo.»                                   66

Me dijo: «Hombre no soy, mas hombre fui,
y a mis padres dio cuna Lombardía
pues Mantua fue la patria de los dos.                                         69

Nací sub julio César, aunque tarde,                                           70[L9] 
y viví en Roma bajo el buen Augusto:
tiempos de falsos dioses mentirosos.                                         72

Poeta fui, y canté de aquel justo                                                73[L10] 
hijo de Anquises que vino de Troya,
cuando Ilión la soberbia fue abrasada.                           75

¿Por qué retornas a tan grande pena,
y no subes al monte deleitoso
que es principio y razón de toda dicha?»                                   78

« ¿Eres Virgilio, pues, y aquella fuente
de quien mana tal río de elocuencia?
‑respondí yo con frente avergonzada‑.                                      81

Oh luz y honor de todos los poetas,
válgame el gran amor y el gran trabajo
que me han hecho estudiar tu gran volumen.                              84

Eres tú mi modelo y mi maestro;
el único eres tú de quien tomé
el bello estilo que me ha dado honra.                                         87[L11] 

Mira la bestia por la cual me he vuelto:
sabio famoso, de ella ponme a salvo,
pues hace que me tiemblen pulso y venas.»                                90

«Es menester que sigas otra ruta
‑me repuso después que vio mi llanto‑,
si quieres irte del lugar salvaje;                                      93

pues esta bestia, que gritar te hace,
no deja a nadie andar por su camino,
mas tanto se lo impide que los mata;                                          96

y es su instinto tan cruel y tan malvado,
que nunca sacia su ansia codiciosa
y después de comer más hambre aún tiene.                               99

Con muchos animales se amanceba,
y serán muchos más hasta que venga                                         101[L12] 
el Lebrel que la hará morir con duelo.                            102

Éste no comerá tierra ni peltre,
sino virtud, amor, sabiduría,
y su cuna estará entre Fieltro y Fieltro.                          105

Ha de salvar a aquella humilde Italia
por quien murió Camila, la doncella,
Turno, Euríalo y Niso con heridas.                                            108[L13] 

Éste la arrojará de pueblo en pueblo,
hasta que dé con ella en el abismo,
del que la hizo salir el Envidioso.                                               111[L14] 

Por lo que, por tu bien, pienso y decido
que vengas tras de mí, y seré tu guía,
y he de llevarte por lugar eterno,                                               114

donde oirás el aullar desesperado,
verás, dolientes, las antiguas sombras,
gritando todas la segunda muerte;                                              117

y podrás ver a aquellas que contenta
el fuego, pues confían en llegar
a bienaventuras cualquier día;                                        120

y si ascender deseas junto a éstas,
más digna que la mía allí hay un alma:
te dejaré con ella cuando marche;                                             123[L15] 

que aquel Emperador que arriba reina,
puesto que yo a sus leyes fui rebelde,
no quiere que por mí a su reino subas.                           126

En toda parte impera y allí rige;
allí está su ciudad y su alto trono.
iCuán feliz es quien él allí destina!»                                            129

Yo contesté: «Poeta, te requiero
por aquel Dios que tú no conociste,
para huir de éste o de otro mal más grande,                               132

que me lleves allí donde me has dicho,
y pueda ver la puerta de San Pedro
y aquellos infelices de que me hablas.»                          135
Entonces se echó a andar, y yo tras él.

CANTO QUINTO:


Así bajé del círculo primero
al segundo que menos lugar ciñe,                                               2[L47] 
y tanto más dolor, que al llanto mueve.                          3

Allí el horrible Minos rechinaba.                                                4[L48] 
A la entrada examina los pecados;
juzga y ordena según se relíe.                                                    6

Digo que cuando un alma mal nacida
llega delante, todo lo confiesa;
y aquel conocedor de los pecados                                            9

ve el lugar del infierno que merece:
tantas veces se ciñe con la cola,
cuantos grados él quiere que sea echada.                                  12

Siempre delante de él se encuentran muchos;
van esperando cada uno su juicio,
hablan y escuchan, después las arrojan.                         15

«Oh tú que vienes al doloso albergue
‑me dijo Minos en cuanto me vio,
dejando el acto de tan alto oficio‑;                                            18

mira cómo entras y de quién te fías:
no te engañe la anchura de la entrada.»
Y mi guta: «¿Por qué le gritas tanto?                                          21

No le entorpezcas su fatal camino;
así se quiso allí donde se puede
lo que se quiere, y más no me preguntes.»                                 24

Ahora comienzan las dolientes notas
a hacérseme sentir; y llego entonces
allí donde un gran llanto me golpea.                                           27

Llegué a un lugar de todas luces mudo,
que mugía cual mar en la tormenta,
si los vientos contrarios le combaten.                                         30

La borrasca infernal, que nunca cesa,
en su rapiña lleva a los espíritus;
volviendo y golpeando les acosa.                                              33

Cuando llegan delante de la ruina,
allí los gritos, el llanto, el lamento;
allí blasfeman del poder divino.                                      36

Comprendí que a tal clase de martirio
los lujuriosos eran condenados,
que la razón someten al deseo.                                      39

Y cual los estorninos forman de alas
en invierno bandada larga y prieta,
así aquel viento a los malos espiritus:                                         42

arriba, abajo, acá y allí les lleva;
y ninguna esperanza les conforta,
no de descanso, mas de menor pena.                                        45

Y cual las grullas cantando sus lays
largas hileras hacen en el aire,
así las vi venir lanzando ayes,                                                    48

a las sombras llevadas por el viento.
Y yo dije: «Maestro, quién son esas
gentes que el aire negro así castiga?»                                         51

«La primera de la que las noticias
quieres saber ‑‑me dijo aquel entonces­-
fue emperatriz sobre muchos idiomas.                           54

Se inclinó tanto al vicio de lujuria,
que la lascivia licitó en sus leyes,
para ocultar el asco al que era dada:                                          57

Semíramis es ella, de quien dicen                                               58[L49] 
que sucediera a Nino y fue su esposa:
mandó en la tierra que el sultán gobierna.                                   60

Se mató aquella otra, enamorada,                                             61[L50] 
traicionando el recuerdo de Siqueo;
la que sigue es Cleopatra lujuriosa.                                            63[L51] 

A Elena ve, por la que tanta víctima                                           64[L52] 
el tiempo se llevó, y ve al gran Aquiles                           65[L53] 
que por Amor al cabo combatiera;                                            66

ve a Paris, a Tristán.» Y a más de mil                            67[L54] 
sombras me señaló, y me nombró, a dedo,
que Amor de nuestra vida les privara.                            69

Y después de escuchar a mi maestro
nombrar a antiguas damas y caudillos,
les tuve pena, y casi me desmayo.                                             72

Yo comencé: «Poeta, muy gustoso                                            73[L55] 
hablaría a esos dos que vienen juntos
y parecen al viento tan ligeros.»                                     75

Y él a mí: «Los verás cuando ya estén
más cerca de nosotros; si les ruegas
en nombre de su amor, ellos vendrán.»                          78

Tan pronto como el viento allí los trajo
alcé la voz: «Oh almas afanadas,
hablad, si no os lo impiden, con nosotros.»                                81

Tal palomas llamadas del deseo,
al dulce nido con el ala alzada,
van por el viento del querer llevadas,                                         84

ambos dejaron el grupo de Dido                                               85[L56] 
y en el aire malsano se acercaron,
tan fuerte fue mi grito afectuoso:                                                87

«Oh criatura graciosa y compasiva
que nos visitas por el aire perso                                                 89[L57] 
a nosotras que el mundo ensangrentamos;                                 90

si el Rey del Mundo fuese nuestro amigo
rogaríamos de él tu salvación,
ya que te apiada nuestro mal perverso.                          93

De lo que oír o lo que hablar os guste,
nosotros oiremos y hablaremos
mientras que el viento, como ahora, calle.                                  96

La tierra en que nací está situada
en la Marina donde el Po desciende
y con sus afluentes se reúne.                                                      99

Amor, que al noble corazón se agarra,
a éste prendió de la bella persona
que me quitaron; aún me ofende el modo.                                  102

Amor, que a todo amado a amar le obliga,                                103[L58] 
prendió por éste en mí pasión tan fuerte                                     104[L59] 
que, como ves, aún no me abandona.                                        105

El Amor nos condujo a morir juntos,
y a aquel que nos mató Caína espera.»                          107[L60] 
Estas palabras ellos nos dijeron.                                                108

Cuando escuché a las almas doloridas
bajé el rostro y tan bajo lo tenía,
que el poeta me dijo al fin: «tQué piensas?»                               111

Al responderle comencé: «Qué pena,
cuánto dulce pensar, cuánto deseo,
a éstos condujo a paso tan dañoso.»                                         114

Después me volví a ellos y les dije,
y comencé: «Francesca, tus pesares
llorar me hacen triste y compasivo;                                            117

dime, en la edad de los dulces suspiros
¿cómo o por qué el Amor os concedió
que conocieses tan turbios deseos?»                                         120

Y repuso: «Ningún dolor más grande
que el de acordarse del tiempo dichoso
en la desgracia; y tu guía lo sabe.                                               123[L61] 

Mas si saber la primera raíz
de nuestro amor deseas de tal modo,
hablaré como aquel que llora y habla:                            126

Leíamos un día por deleite,
cómo hería el amor a Lanzarote;                                               128[L62] 
solos los dos y sin recelo alguno.                                               129

Muchas veces los ojos suspendieron
la lectura, y el rostro emblanquecía,
pero tan sólo nos venció un pasaje.                                           132

Al leer que la risa deseada                                                        133[L63] 
era besada por tan gran amante,
éste, que de mí nunca ha de apartarse,                          135

la boca me besó, todo él temblando.
Galeotto fue el libro y quien lo hizo;
no seguimos leyendo ya ese día.»                                              138

Y mientras un espiritu así hablaba,
lloraba el otro, tal que de piedad
desfallecí como si me muriese;                                       141
y caí como un cuerpo muerto cae.